Te hablo desde el lado
opuesto al amanecer,
donde todo es noche,
bruma, donde no han
nacido aun los dioses
y los emperadores
que muestran siempre la misma
incrédula cara de desconcierto,
todos somos ladrones,
ya seamos magistrados o fiascos
que entonan canciones de deshonra
cuando todos duermen ya,
pero a convertirme
en fugaz borrasca en los acantilados
y grito como un criminal,
cierro los ojos, cierro los puños
deslumbro una montaña de fuego
y soldados rompiendo flores,
demonios gritando a la belleza
y payasos irresponsables
en traje de fiesta.
Yo no vivo según tus reglas
esas son para heridos
de rostro y de costado,
crucificados e impuros en sus sollozos,
ellos cruzan la lluvia
con sus trajes recién lavados
y los ensucian marchando
como hijos de una Eva
como bastardos de un no Adán
no mires por la ventana
el sol en posición fetal
así se llega a la luna
se devora al zodiaco
y por ello se ilumina
la historia que transgredimos
nadie en esta vida
me dio razón para darle flores,
por ello nunca lo hice
solo suspiro en la montaña
como un amanecer blanco,
en una tierra de viento dorado.
Yo era un disfraz caluroso
en una tarde de verano
y me desnudo, el sol me quema
me deja sus marcas en mí,
como un hombre con garras
que toma un fruto blando
dibujando sus uñas
ha ladrado el perro del sueño
calculado el daño
y dañado de hecho
la portada del templo
se sublevaron las bacterias
y se hicieron titanes
conquistando nuestro prado de girasoles,
me he cansado de vagar por montañas,
enemigas de la consciencia universal
se ha hecho un agujero en el mundo
y lo único que comprendo
es que nadie escucha mis lamentos
ya sean por mi miembro quemado
o por lagartos muertos en el espacio
así le reclamo al poeta ebrio
que su única virtud es la embriaguez
y sus poema llenos de violencia
como un cielo estrellado en llamas
alguien va a cosecharnos
así que corten el espantapájaros
y corran del verdadero terror
un amanecer en lado opuesto
de toda reacción celestial
no hay gran verdad si no hay
nuevos pobladores para ellos
que hablen los agotados
que ladren los descansados
como perros herederos de la noche
en el jardín donde llora la doncella
mata al dragón de siete cuernos
que quiere matar al hijo del hijo
de nombre Saulo, verbo de verbo
amor llameante y signo de caída
que quiten las cruces
que vuelven una estampa horrible
a este monto de calaveras
y estrellas apagadas.
Impulso mi paso con mis tentáculos
que tocan la pared de sal
distingo el continente y en cada
cuidad un vientre sagrado
que la predicción sea lo deseado
no justicia real, que saquen el ojo
a aquellos que nada temen
que rellenen con concreto su cuenca
que lo gris de esta cuidad
sea lo único que distingan
que dirijan su mirada a las luces
que están en el horizonte
aunque esas luces están apagadas
por alguien con un algodón gigante
que suprime cada luz
que pueda reflejar la pesadilla
como una oración firme y real
como escritores apáticos queriendo
comunicar alegría por la vida
una alegría prohibida
desde este punto del alba
por donde vuelan las mariquitas
doradas soltando un humo
amarillo que destruye las ideas
que cubre ídolos internos
desapareciéndolos de la vista
quien busca esta cuidad
guiándose por la vista se pierde.